Durante el ochocientos la Sacra suscitó el interés y una atención particular de la casa Savoia, ya que fue identificada como lugar simbólico pero también de valor diplomático y político.
Los signos de tal atención se evidencian con la decoración de las salas de estar, recepción y representación con adornos y mobiliario de la época, la sala de las rayas y la sala Carlo Alberto en el monasterio viejo, y con la preparación de un apartamento real, con terraza panorámica apoyada en los muros del monasterio nuevo.