La Sacra di San Michele es un lugar rico en arte, religión y cultura en el que la historia y el mito se entrezan y se siguen, creando anécdotas y episodios imperdibles.
LA CASA DEL PASTOR Y EL LETRERO DESAPARECIDO
Lo que actualmente es la taquilla de la Sacra anteriormente se denominaba "casa del pastor" o "casa del quesero", tal y como se observa en un dibujo de 1741 realizado a raíz de una pugna entre las localidades de Chiusa San Michele y Sant'Ambrogio por la titularidad del territorio en el que surgía el monasterio.
La importancia de este edificio estribaba en la presencia de un letrero de demarcación territorial entre los dos pueblos que, por lo menos diez testigos de Chiusa en 1882 declararon haber visto anteriormente y que, según tales testigos, los habitantes de Sant'Ambrogio habían quitado con miras a eliminar la prueba de que la Sacra pertenecía a la municipalidad de Chiusa. Se trató de un largo litigio que empezó a principios del siglo XVIII y que duró hasta principios del siglo XX, sin que nunca ningún tribunal de los llamados a pronunciarse tomara decisión ninguna. Con el tiempo la cuestión asumió otros matices y actualmente, por convención, se asume cual línea divisoria el parteaguas que pasa por la ladera de la montaña, dividiendo en dos el recinto de la sacra y la misma iglesia: la parte oriental en territorio de Sant'Ambrogio y la parte occidental en el de Chiusa San Michele.
CUATRO CICLÓPICOS “CIRENEOS”
La función de los arbotantes fue concebida como sostén del lado sur de la iglesia que, bajo el peso descomunal de la bóveda de cañón reconstruida en el siglo XVII, había perdido su verticalidad y se inclinaba peligrosamente hacia fuera, amenazando un derrumbe. La historia de los arbotantes fue muy larga, porque tuvo su inicio en 1890 con la posa de los cimientos de los tres pilares situados más al oeste. En 1892 se alzaron los dos centrales, mientras que en 1894 se levantó el que está dirigido hacia las alturas del valle. En la primavera de 1896 se echaron los cimientos del primero, dirigido hacia Turín, el más alto y también el que presentó mayor dificultad, ya que se debía construir dentro del ala este del convento. La falta de fondos condujo a una suspensión de las obras hasta 1925, año en que se retomaron, llegando a su total conclusión con la realización de los arbotantes superiores solamente en la campaña de 1935-1941, medio siglo después del proyecto que hiciera el arquitecto D’Andrade, fallecido hace ya 26 años.
LA CABEZA DESAPARECIDA DEL MUCHACHO
El espléndido portal que conduce a la iglesia abacial de la Sacra di San Michele está embellecido, entrando a mano derecha, por una cabeza de monje encapuchado. Al mismo tiempo, en el lado izquierdo resulta evidente la falta de otra escultura que seguramente se correspondía con la anterior, de la cual se ha perdido toda huella y de la que queda solamente, cual testigo mudo, la piedra ya desgastada. Efectivamente, ahí había una escultura que representaba la cabeza descubierta de un novicio, tal y como aparece en un dibujo realizado por Alfredo D’Andrade a finales del siglo XIX.
Giovanni Gaddo, en las ediciones de 1936 y 1958 de su libro sobre la Sacra, también describe la presencia de esta cabeza de muchacho con tonsura, la misma imagen ilustrada en el dibujo de D’Andrade. Posteriormente, sin embargo, en una reedición del libro de 1977 expresa su pesar por la desaparición de la escultura. El libro de Malladra-Ranieri de 1907 también describía tal desaparición; en cambio, sabemos que cuarenta años antes, en 1868, Francesco Paoli describía "dos cabezas de monjes con capucha en el arco de la puerta, hecho con las jambas de varios haces de columnas”. Cabe la posibilidad de que la cabeza, desaparecida a principios del siglo XX, haya sido encontrada y vuelta a colocar durante las obras realizadas en los años Treinta del siglo XX. Esta duda surge a raíz de una fotografía ilustrada en un libro de la década de los Cuarenta, en la que se puede ver la forma de una cabeza. Al contrario de lo que se afirma en los varios textos, en vez del semblante de un joven parece más bien el de una persona mayor.
CUSTODIOS DE LA NOBLEZA DE LA CASA DE SABOYA
En la iglesia de la Sacra, 16 grandes sarcófagos de piedra verde de Malanaggio colocados en 1937 acogen los restos de personajes de la Casa de Saboya, anteriormente acogidos en las criptas situadas debajo de la iglesia abacial. Bajo el peso de cinco toneladas cada uno, los sarcófagos fueron trasladados, utilizando un sistema de deslizaderos a lo largo de las escalera, desde la placeta del Sepulcro hasta la base de la fachada donde se abre la puerta que conduce a la Escalinata de los Muertos. Aquí, mediante un robusto cabrestante fueron levantados hasta la altura del ventanal situado detrás del altar mayor, que a su vez fue desplazado para la ocasión. Cada sepulcro había sido anteriormente esculpido personalizando las sepulturas que debía acoger, hasta su definitiva colocación en la iglesia o en el Coro Viejo. Los restos mortales por colocar en los nuevos sarcófagos pertenecían a 24 personajes de la Casa de Saboya que llegaron a la Sacra en 1836 y que se colocaron durante unos años en dos grandes monumentos fúnebres a los lados del altar mayor. En 1855 los cuerpos fueron desplazados a las criptas situadas debajo del suelo de la iglesia, donde permanecieron hasta la mañana del 12 de junio de 1937, cuando un pelotón de 80 carabinieri se encargó de trasladarlos, con sus respectivos ataúdes, y de colocarlos dentro de los actuales sarcófagos de piedra: a cada sarcófago corresponde una sepultura, con excepción del situado en el Coro Viejo, entre los dos pilares, en el que se depositaron los restos de 4 adultos y 5 niños. Siguió la ceremonia oficial con misa celebrada por el Cardinal Fossati, ante el Príncipe Humberto y otras autoridades.
EL OBSERVATORIO METEREOLÓGICO
En los documentos referidos a las obras de restauración de la Sacra a partir de 1878 aparece a menudo la referencia a los locales de un observatorio metereológico. De hecho, las observaciones meteo en el Pirchiriano iniciaron en 1868 y en la parte alta del Pirchiriano funcionaba un “péndulo Cavalleri” para detectar movimientos sísmicos; una veleta puesta en las murallas que dan a la Chiusa indicaba la dirección del viento. Gracias a las 37 referencias halladas de 1878 a 1887 en las que se habla de un “observatorio”, o también de una “terraza del observatorio”, podemos identificar su ubicación en la parte exterior del Coro Viejo, en la esquina noroeste que se asoma a la localidad de Chiusa San Michele. También hay referencias a un “viejo observatorio” ubicado, al parecer, en el guardillón que había en aquel tiempo y que actualmente es la terraza panorámica. Al mismo nivel de la iglesia se accedía al llamado “gabinete" del nuevo observatorio a través de la puerta realizada cerca de donde está actualmente el cuadro de la muerte de San José, bien visible en los planos de finales del siglo XIX y que actualmente está tapado, pero del que queda huella de fisura en el enlucido de la pared norte del Coro Viejo. El gabinete del observatorio y la terraza cubierta situada encima de éste no estaban comunicados entre sí. A ésta última se accedía a través de una puerta, también comunicante con el Coro Viejo y que corresponde a la actual última ventana situada al final del muro de noroeste. Una escalera de madera de dos rampas, ilustrada en un plano de D'Andrade de los años Ochenta del siglo XIX ascendía hasta esta puerta siguiendo el rincón al fondo del coro. Todavía se puede ver, desde la terraza panorámica, uno de los goznes de hierro que servían para abrir esta puerta hacia fuera. La superficie de esta terraza correspondían aproximadamente al local que actualmente está adosado al Coro Viejo y que se puede ver desde la terraza panorámica mirando hacia las ruinas.
¿CUÁNTOS SON LOS ESCALONES?
Pero... ¿cuántos escalones tendrá que subir quien quiera ir a la iglesia de la Abadía? Es la acostumbrada pregunta que se hacen las personas que se presentan ante este imponente monumento; ¿cuándos escalones quedan por subir? es lo que suele pensar quien se encuentra ya subiendo las rípidas rampas. Sin contar los escalones situados antes de la Puerta de hierro y considerando solamente los escalones situados dentro ya de la Abadía:
dentro de la Puerta de hierro, 8
primeras dos rampas de escaleras, 49
escalinata de la taquilla, 61
escalinata de los muertos 1ª rampa, 10
escalinata de los muertos 2ª rampa, 20
escalinata de los muertos 3ª y 4ª rampa, 60
escalinata de los arbotantes, 30
escalón de la entrada de la iglesia, 1
En total, 239 escalones.
SIETE TUMBAS MÁS OTRA EN LA ESCALINATA DE LOS MUERTOS
El nombre de Escalinata de los Muertos caracteriza esta empinada escalera que, en su última rampa, ha acogido muchas sepulturas de personajes, en su mayoría desconocidos para el visitante. Actualmente, las tumbas que se distinguen son siete; de éstas, cinco fueron registradas en ocasión de un estudio efectuado bajo la dirección del arquitecto Alfredo D’Andrade durante los años 1888-1889. Partiendo desde abajo, tres están situadas a la derecha conforme se suben las escaleras, antes de la larga rampa última. Se desconoce a quién fueron asignadas las primeras de abajo, mientras la tercera, situada en el rincón, se asignó al noble turinés Antonio Borgesio, regidor de Sant’Ambrogio, que en 1318 dejó escrito en su testamento la voluntad de tener sepultura en la Sacra.
Arriba a la izquierda se distingue una cuarta tumba, de la que se desconoce el hombre del difunto, pero que debía ser un importante personaje, porque es la tumba adosada a la capilla más antigua del monte Pirchiriano, el corazón de la Sacra. De hecho, a sus espaldas está la primitiva capilla, al final del pasillo al que se accede por la escalera interior de la iglesia. La quinta tumba, en el mismo lado derecho de la Escalinata, cerca del Portal del Zodíaco se atribuye, con las debidas reservas, a Giorgio Gastaldi di Sant'Ambrogio, o, con mayor probabilidad, a Tommaso di Chiusa, ya que el 19 de agosto de 1295 dejó un legado perpetuo al monasterio para tener sepultura en el Pirchiriano.
La sexta tumba, también de persona desconocida, es la que, en opinión de Luigi Arioli, estaba situada detrás del arco de medio punto situado debajo de la última rampa de la Escalinata de los Muertos. Se puede ver desde la entrada, mirando hacia arriba, a la izquierda del gran pilar central. Lleva grabada una cruz pequeña en la parte inferior del enlucido blanco de debajo. La séptima tumba, también llamada “Sepulcro de los Rosminianos” por haber sido sepultados en la misma religiosos de esta Congregación, está situada debajo del último tramo de la Escalinata, cerca del Portal del Zodíaco. Se accede desde abajo, por el espacio comprendido entre la rampa de la Escalinata y el ventanal de la izquierda. Había otra tumba más a principios del siglo XIX al final de la Escalinata, cerca del Portal del Zodíaco, tal y como aparece en dos dibujos de Massimo D'Azeglio, pero que muy probablemente quitaron antes de que terminara el mismo siglo.
EL SAGRADO CINTURÓN
Conforme se entra en la iglesia, a mano izquierda, mirando el antiguo gran fresco de la Muerte de la Virgen, se pueden observar que alrededor del féretro de la Virgen María hay representados once apóstoles cuyos nombres se indican debajo de cada uno de ellos, si bien algunos ya no se puedan leer por desgaste. En el recuadro superior, el de la Asunción al cielo, aparece a la izquierda el apóstol San Tomás que recibe en prenda, siguiendo la tradición, el cinturón de la Virgen. Cuenta una leyenda que el apóstol, que se demostrara incrédulo respecto a la Resurrección de Cristo, adoptó la misma postura respecto a la Asunción al cielo de la Virgen. Cuando quiso comprobar personalmente, abriendo el sepulcro en el que había sido colocada la Virgen encontró solamente el cinturón que la Virgen misma dejó como prueba de su real subida al cielo.
En relación con este argumento, en un testamento de 1748 en el que constan las últimas voluntades de Giovanni Battista Cantor, hijo de Stefano, de Chiusa San Michele, apreciamos que se habla de la existencia de una "Compañía del Sacrado Cinturón en la Iglesia Abacial de San Miguel Territorio de este lugar” a la que el testador, que falleció al día siguiente a la edad de 26 años, dejaba en dono la cantidad de 5 liras.
BÚSQUEDA DEL TESORO
Seguramente es lo que habrán pensado las soldadescas francesas que, en los años de la guerra de 1629-1630, llegaron a Italia y subieron a la Sacra, en aquel entonces guardada por Piamonteses y Españoles aliados. Se adueñaron de la iglesia, devastando las paredes con frases blasfemas, llevándose muebles y decoraciones y todo lo que había de valor. Llegaron hasta el punto de abrir un sepulcro situado en el lado derecho del altar mayor para apropiarse de quién sabe qué riquezas. Todo esto se anotó en el acta de la visita pastoral que hiciera dos años después, en 1632, Giovanni Battista Vignale, Vicario general de la Abadía de San Miguel. El sepulcro al que nos referimos es con toda probabilidad el monumento sepulcral de Guillermo, ahora situado cerca de la sacristía, pero que en aquel entonces estaba colocado en el lado derecho del altar mayor, pegado al muro de la parte sur “ad cornu epistolae Altaris maioris et adherens parieti versus meridiem”, y que resultaba vacío, tal y como recordaba el canónico Pezziardi, que vivió en el siglo XVIII. No pudiendo acceder a su interior desplazando la parte superior por evidentes razones, los soldados abrieron un hueco en la parte delantera de la urna, donde aún queda señal evidente de la rotura y sucesiva reparación.
RUINAS RECOMPUESTAS
La leyenda de la Bell’Alda coloca aquí arriba el punto desde el que la muchacha, acuciada por los soldados, se tiró al vacío, salvándose una primera vez, pero falleciendo míseramente, por vanidad, en un segundo intento. En realidad no se trataba de una torre verdaderamente dicha, sino de los restos de la manga transversal que formaba parte del grupo de casas del Monasterio Nuevo y que, precisamente por la conformación del terreno, se asomaba y sobresalía en esa zona y con esa forma. Luigi Arioli en su libro sobre la Sacra, opina que los pequeños locales que aún se pueden ver dentro de la torre de la Bell’Alda se utilizaban en realidad como "habitaciones higiénicas". La construcción estaba probablemente cubierta por un techo de lastras de piedra, como se puede observar aún actualmente en el muro meridional, que lleva encima un muro de protección contra las ráfagas de viento, que suele ser impetuoso a esa altura. En 1913 tuvieron lugar importantes obras de refuerzo, de funcionalidad y de reconstrucción de enteras partes de muro, decisivas para su sobrevivencia. De este modo, por una vez el tiempo no ha registrado el derrumbe de muros, sino todo lo contrario. Si se compara con las imágenes actuales se puede notar sin dificultad la reconstrucción de la parte amurallada que da al sur, donde la anterior mampostería terminaba en la esquina y donde la reconstrucción, realizada gradualmente con las piedras originales, no permite observar ninguna discontinuidad con la anterior estructura.
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